Teletransporte ya u omnipresencia

Pues eso, que alguien invente yá el teletransporte eficaz, que mi cuerpo no dá para el ritmo que llevo. En pie a las 6, hasta las 15:30 currando y a las 16:30 empiezo el cursillo en Zaragoza. Una hora debería dar para mucho si no la pasase casi en su totalidad en el coche. Así que venga, teletransporte o en su defecto que alguien me deifique para disponer de omnipresencia y no tener que moverme tanto.

Y lo más curioso, paso tanto tiempo sentado al cabo del día que las piernas se me doblan automáticamente complicando el acto de andar hasta límites ridículos. Mi espalda sugiere sutílmente, por las típicas señales de pinchazos y agarrotamientos, que no le gustan las horas que paso frente a los ordenadores ni las sillas de oficina. Y mi estómago reclama menos velocidad al engullir la comida, pero que le vamos a hacer si no hay tiempo.

Hasta aquí la parte mala. Hay una buena, por supuesto, el cursillo de marras me sale por la cara (obviando el gasto en gasolina y aparcamiento), me dá perspectivas halagüeñas de trabajo y futuro y, al fin y al cabo, lo hago porque me gusta.

Como efecto residual de todo esto queda el hecho de que el tiempo de que dispongo diariamente queda reducido a su mínima expresión y por tanto actividades como esta de escribir se complican ligeramente. Pero bueno, aún me queda el fin de semana para explayarme en absurdas explicaciones de mi vida y paranoicas divagaciones narrativas. Calma y tranquilidad. Seguimos en linea.